Infames los hombres qué hablando con soltura engañan sin vergüenza.
De todos los colores son esos hombres. En todas las posturas ellos se guardan, de todas las corrientes dicen ser. Ellos han hecho de la República un mal sueño, una pesadilla, han hecho del Estado su negocio, han hecho del Estado una mina y un verdugo.
Guardemos sus nombres para siempre en nuestra memoria, recordemos sus apellidos y sus rostros, porque cuando venga la Hora Grande, cuando el Medio Día de nuestra infausta nación comience ellos serán los primeros en salir corriendo. Se volverán nobles y santos, y hablaran cosas hermosas y renegarán de su antigua casta. Pelearan con nosotros y dirán que han dado la sangre de sus hijos por nuestra causa. Nada será cierto.
Por eso recordemos sus nombres y sus familias. Para que nuestros actuales verdugos no sean nuestros gloriosos libertadores. Señalémonos, marquémoslos en nuestras memorias, porque ellos nos han engañado, nos han mentido y humillado… Ellos nos han hecho a su imagen y semejanza… pedestres ciudadanos y pedestres representantes.
Y no es que quiera la sangre suya en mis manos, en nuestras manos, sino que quiero que nada de ellos se nos olvide, porque ellos nos olvidaron siempre, en sus firmas y convenios, en sus sueldos y decisiones, nos olvidaron siempre.
Nada rencoroso soy, simple justicia, sencilla, humilde, básica. Caros nos han salidos nuestros grandiosos estadistas, caros sus hijos y sus nietos. Caro les saldrá el perdón a sus hijos, a sus nietos.
La República olvidaron, y la República no los olvidará, grandiosa madre que nada olvida y justo pago les dará a sus ignominiosos hijos.
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