lunes, enero 18, 2010

Un ciudadano indignado [sobre la adopción de niños por parte de “matrimonios” homoparentales]

No puedo hablar más que con la razón. Pero como ser humano y como persona pensante hablan en mí mi moral, mi ética y por supuesto mi religión. Mis “creencias”.

Hablo con franqueza pero con indignación y molestia. No habla en mi el odio a ningún personaje o corriente ideológica, sólo mi sorpresa ante tanta estupidez.

Los “progresistas” han levanto la voz en contra de sus detractores y éstos han hecho lo mismo. El tema es el “matrimonio homosexual” y la posibilidad de adopción por parte de dichas uniones. Curas y “buenas conciencias” se desgarran las vestiduras y los siempre presentes “santos” progresistas se levantas con antorchas en mano a cazar “retrogradas”.

Cuando se anunciaron con pompa y platillo las “sociedades de convivencia” fui una persona crítica a tal ley. No me limitaba a la ley misma sino que veía más allá. Lo que ahora sucede. La posibilidad de adopción por parte de parejas homosexuales ya reconocidas por la ley.

¿Anti natura? Sí, ¿Contrario a la Ley de Dios? También ¿Contrario a la idiosincrasia de la sociedad? Así es. Aunque no les guste y no nos guste, así es. Cualquier Dios, cualquier sociedad pero claro no cualquier naturaleza. Estas “naturalezas” modernas bastante “politizadas” han hecho que sea posible tremenda contradicción.

Y los “padrecitos” podrán decir mucho. ¿Quién les hace caso ahora? Qué la derecha, los conservadores, los retrogradas, ¡qué todo el mundo! Tanta gente algo de razón han de tener.

Y son justos sus miedos y justa su molestia. ¿A caso tendremos que tolerar que nuestra sociedad vaya por donde no queremos y quedarnos callados? ¿A caso debemos observar como lo que pensamos correcto no es más lo correcto sólo porque ciertos personajes bastante “envalentonados” lo dicen?

Como creyente lo lamento, como ciudadano me indigno. Estos legisladores en un afán “progresista” mal entendido han llevado al extremis sus leyes. Ir contra de su pueblo sólo por “agradarle” a un minoría bastante “quejosa”.

Creo en las Leyes y en su función de ordenar y encausar a la sociedad a una mejor convivencia, pero también creo que hay límites que cualquier legislador debe tener bastante claros. Este tipo de leyes recién aprobadas en la Ciudad de México más que mejorar la convivencia entre ciudadanos los enfrenta. Que los están incitando la Iglesia y Acción Nacional… como Andrés Manuel incito en el 2006… Cuando parte de la ciudadanía se siente traicionada actúa, cuando siente que algo no va bien actúa. Dice, escribe, se molesta y lo expresa…Qué no nos guste como actúa o qué razón los mueve eso es distinto.

Debemos respetar y entender que hay límites. La “libertad” tiene límites. Por lo menos en lo social. El matrimonio es impuesto por la sociedad establecida como propio del hombre y la mujer, la reproducción y subsecuente crianza es por naturaleza del hombre y la mujer, ya sea sólo uno, o sea otro o los dos.

Llega a tanta nuestra vanidad y nuestro rencor a Dios que deseamos cambiar hasta eso. Y que dos hombres o dos mujeres se “reproduzcan” de forma artificial y de ellos haya cimiente, no puede menos que ser antinatural. La última estocada a un Dios moribundo.

Nos guste o no así son las cosas. No promuevo el odio a los homosexuales, tonto yo si así lo hiciera, sino sólo el respeto y el entendimiento. Respetemos y entendamos que nosotros no podemos tener familia como la tradicional ¿Tan dolorosa es la idea? ¿Queremos ser lo que no es posible ser?

La homosexualidad es un asunto muy personal, en el cual, las leyes poco tienen que hacer. El que me agrede, lo hace a un ciudadano y eso es lo que las leyes deben tomar en cuenta, la agresión, no sí es tal o cual el gusto del agresor o si el agredido es de aquel o este color. La ley es ciega. La ley es razón sin pasión.

Pero cuando dichos comportamientos ya no solo afectan a ciudadanos adultos sino que influyen a terceros es cuando la Ley debe intervenir y tomar la postura mejor no sólo para los involucrados directamente sino para toda la sociedad.

La adopción por parte de parejas del mismo sexo me molesta como creyente y me indigna como ciudadano.

Podrán decir que en las Leyes poco importa la moral y la ética. Pero es justamente en las Leyes donde la moral y la ética de un pueblo tienen que ser tomadas en cuenta, para corregirlas si estás dañan a la sociedad, para tomarlas en cuenta y ponderarlas si hacen un gran bien a lo social.

En este caso los legisladores de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal han fallado y han ponderado valores que poco tienen que ver con la tradición y valores de nuestra sociedad y poco, también, hacen para cambiarlos en forma positiva.

Si no nos obligan a casarnos, y a tener hijos, ¿por qué nosotros debemos obligarlos a vernos con hijos y casados?

Pedimos derechos iguales, unirnos con la persona que amemos, pero el punto es que no somos iguales.

El matrimonio es cosa de hombre y mujer, así también la reproducción. Aún no sé de un caso donde haya sido distinto.

viernes, enero 08, 2010

El Ocaso de los Dioses [o de la imposibilidad del hombre]

Decenas de años han pasado desde que los cielos se incendiaron y fuego cayera sobre dos ciudades japonesas. La irá de Dios parecía juego de niños y los humanos se volvieron verdugos. Como dedos insufribles los rayos de luz incendiaron la tierra; el hombre había declarado la guerra a todas las divinidades.

Y el Dios cristiano se sintió traicionado, y el Dios judío derrotado. Alá desarmado lloraba su pobreza y los chamanes y brujos buscaban a sus santos y demonios. Nadie podía ya. El hombre era dios y demonio.

Insano el hombre incendió los cielos y toda su razón buscaba justicia. Inventaron argumentos, teorías y recetas; humanizaron a los dioses y tiranizaron a la ciencia, la humanidad toda lloraba la ausencia.

Y se refugiaron en las iglesias, y hurgaron en sus templos, desenterraron viejas tablas y hablaron con las abuelas, pero nada había ya. Los dioses no estaban. La iglesia vacía, el templo en ruinas, las tablas sin sentido. Las abuelas balbuceaban sobre rancias oraciones y sordas y ciegas anunciaban su desventura. Nadie las escuchaba, ni sus dioses.

La diosa fortuna no fue encontrada en la mano de la humanidad, destrozadas sus líneas, expulsada por siempre de la triste historia humana. El dios dinero ingenuo se sintió feliz, pero pobre dios ese, humillado y vilipendiado sería llevado a la hoguera ¡matad al impío! ¡matad al insano! así los adoradores del pasado le gritaban.

Ni Buda ni El Crucificado. Sus fáciles palabras, su sencilla razón, nada de eso quedaba. La lujuria del hombre y sus sofistas maneras quisieron más refinamiento, y lo sencillo fue entendido mito, y lo complicado se volvió ley. El Carpintero y el Noble fueron un susurro olvidado en las voces de la humanidad.

Ingenuo el diablo pensó que era su tiempo. Pero su justicia pareció horrenda a los ojos humanos y volviese un infante lerdo comparado con el hombre. ¡Pobre el Diablo! y llorando corrió con su padre, pero éste ya moribundo no pudo más que consolarlo con mejores tiempos para su casta.

Y los chamanes buscaron a los santos y éstos ya no respondían. Y los brujos buscaron a los demonios y éstos ya no aparecían. La humanidad sola, solita se quedaba.

Y los hombres de ciencia y de progreso regocijados hablarán de libertad. Y su diosa la razón, triunfante hablará en mil lenguas. Nada de eso durará. Pues la otrora entronada esclava se volverá, y su terrible suerte conmocionará a todos los reinos. La razón esclava del hombre morirá desnuda y hambrienta, pero su nombre repetido tantas veces dará vueltas al globo.

Los peores miedos se harán realidad cuando el hombre conozca la libertad. Si en nombre de cualquier dios murieron millones, en nombre del hombre morirá la humanidad.

Solo el hombre, ya sin dioses, solo el hombre ya sin reyes, solo el hombre caminará. Y será libre para pensar y para hacer.

Porque hemos matado a todos los dioses. Porque estamos solos entre tanta soledad.

Solos los hombres moriremos y nadie nos recordará.

Benditos los dioses que derrotados marcharon hacia su fin. Benditos los hombres que victoriosos marchamos hacia el olvido.