En mi familia no es fácil hablar de política. Tampoco es difícil pues son buenos entendedores pero no muy buenos observadores, y no digo que mi “visión” de la misma sea la Verdad pero sí me permito ver desde distintos puntos y llegar por esas suertes al punto más cercano a la verdad de lo que sucede. Espero.
Acaso las discusiones no duran lo suficiente. Hablando de Calderón menciono que yo no puedo confiar en un hombre que firmó la aplicación del FOBAPROA, y en estos tiempos donde ese pequeño hombre se eleva como “salvador” no sólo de nuestra desventurada nación sino del mundo entero afirmo que no mata un virus de gripe sino mata la pobreza; pobreza extendida por un cobro injusto al pueblo mexicano a razón, lo antes mencionado.
Mi madre no dice nada. Calla otorgando pero se le queda algo entre la garganta, algo que puede ser la necesidad de creer, de pensar que el hombre que parece y aparece como fuerte luchador contra el furibundo crimen organizado no es lo que digo, que miento.
¡Vende Patrias! Y no es otra cosa, insulso político de poca monta. Salta mi padre y menciona pecados y pecadores del pasado, pero no hay argumento en contra de los míos. ¿Cómo defender al Presidente?
Mi padre me habla sobre los flamantes “empresarios” mexicanos. ¡Ladrones todos! Desde el gran Slim hasta la señora Aramburuzavala. Infames. Mercaderes nunca empresarios. Y los veo y me ven y piensan que su hijo se perdió en caminos exóticos donde el Che es héroe.
Hablar de política es difícil y no sólo con mis padres, con todos. Saber que es lo que pasa no es sencillo, es imposible.
Me quedo como siempre con actitud socrática, menciono lo muy poco que sé y espero que me ilustren, pero no hay argumentos que “despejen” la oscura verdad de la política mexicana.
Sólo sé que no sé nada.
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