La idea de este trabajo es plantear como el concepto y la idea universal de Estado nación se ve afectado por el otro concepto, muy en boga, que es el de multiculturalismo. El primero apela a la universalidad de los derechos, la igualdad y el progreso que son conceptos principales en la idea del Estado-nación; el multiculturalismo por el otro lado apela a la localidad, al reconocimiento a las especificaciones y diferencias que existen entre los pueblos que se reúnen en un Estado-nación; el respeto y la reivindicación de sus cosmovisiones y tradiciones en detrimento de la cultura dominante.
Mientras la filosofía de la historia nos mostraba la imagen de una humanidad cada vez más homogénea, gobernada por la razón, por el interés o por la paz y ya no por las creencias o por tradiciones culturales comunitarias […] nosotros nos representamos la modernización política como el deterioro veloz de las normas, de los valores y de las formas de organización social […][1]
Parto de la premisa que el multiculturalismo supone una diferenciación cultural entre los individuos pertenecientes a una nación, y que el Estado debiera reconocer tales diferencias. Si bien es cierto que es extraño el caso en donde una nación se conforme de solo una cultura, también es cierto que el principio unificador de una nación no es la cultura sino, creyendo en Renán, la voluntad de tener una vida en común con los otros. Si creemos en Ernest Renán la nación es “una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y que todavía se esta dispuesto a hacer,” no determinado por raza, geografía, religión o lengua. La nación es una unidad espiritual según nos menciona Renán, ¿pero hasta cuando esta unidad espiritual se puede mantener? ¿Qué sucede cuando los hombres deciden separarse? ¿Cuándo se desconocen como nacionales, cómo iguales? ¿Cuándo se desconocen los sacrificios pasados y se rehúsa a sacrificarse en el futuro?
No son los aspectos externos como la geografía, la raza o la lengua ni son los internos como los intereses o la religión los que conforman una nación sino como mencione anteriormente, es la voluntad de los individuos por conformarse en una unidad espiritual, es el compartir sacrificios pasados y enaltecer a nuestros antepasados, y es al igual estar dispuestos a sacrificarnos en un futuro por nuestra unión pasada y por nuestro futuro en unión, es sentirnos pertenecientes a algo superior a nosotros, es sentirnos igual a nuestros compatriotas por el hecho de que compartimos esa pertenencia, es ser un mexicano, un francés o un norteamericano sin importar si eres de descendencia africana, zapoteca, eslava u oriental, o si eres protestante, católico o ateo, o si estás en un país o no. La nación es, siguiendo a Renán, mucho más que eso.
La idea de multiculturalismo y la reivindicación de los pueblos que otrora no fueron introducidos en la dinámica de la cultura dominante, es peligroso al Estado en tanto niega la igualdad de los ciudadanos al pedir tratos distintos, es necesario que se les tome en cuenta en tanto son parte de la nación; aunque en las nuevas ideas que están en boga, estas culturas minoritarias han de ser respetadas e inclusive han de ser fomentadas por el Estado, éste no debe intervenir en su desarrollo como cultura aparte y distante de la dominante. El Estado, entonces, pierde todo poder educativo respecto a estas culturas y por ende, no serán educadas en una idea de integración y pertenencia a la nación, sino solo a un grupo pequeño, una minoría.
La apuesta por la diferencia.
Los hombres se distinguen menos por sus cualidades naturales que por la cultura que ellos mismos se proporcionan. Los únicos que no cambian son los sabios de primer orden y los completamente idiotas.
Confucio.
Antes de empezar con el problema que significa hablar del multiculturalismo, se me antoja pertinente hablar acerca de la importancia que ha tomado en los últimos años “la diferencia”; cuando la Revolución francesa, fueron los insurgentes los que peleaban contra esas diferencias, no veían con buenos ojos que los hombres fueran tratados de distinta forma y de ahí el tercer articulo de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1793, donde se afirmaba que “todos los hombres son iguales por naturaleza y ante la ley”, y si bien se puede decir que tal articulo termina obviando las diferencias que existen entre todos y cada uno de los hombres, al igual es cierto que esas diferencias no eran lo suficientemente importantes como para tomarlas en cuenta, y en todo caso, me remito a las preguntas que se formula Giovanni Sartori, las cuales ejemplifican de forma clara el punto que quiero demostrar, "La pregunta, pues, es: ¿por qué una diferencia llega a ser tan importante –se percibe como importante- y otras no? […] está claro que si somos distintos en todo, no es ni posible ni concebible atribuir importancia a todas las diferencias. Ahora pregunto: ¿por qué al reconocer sólo algunas diferencias escogemos precisamente las que escogemos?" ¿No es acaso el escoger ciertas diferencias para diferenciarnos de los otros lo que al final de cuentas termina dividiendo a los hombres?, ¿no es acaso a lo que se refiere Ernest Renán cuando, en sentido contrario, se quiere formar una nación a partir de la raza, la lengua o la religión? y digo en sentido contrario pues en todo caso se quiere romper con la idea de igualdad entre los nacionales, ya sea por religión, etnia, sexualidad o lengua. La diferenciación entre los franceses fue lo que propicio el movimiento revolucionario francés y fue justamente estás diferencias de cuna, de raza o de religión las que se intentaron, ya no borrar, sino obviar en los consecuentes Estados que surgieron de la Revolución.
El escoger ciertas diferencias entre los hombres para diferenciarnos de los otros, supone un proceso de selección en el cual demeritamos ciertas diferencias y enaltecemos otras, en todo caso en los tiempos contemporáneos es impensable diferenciarnos de los demás por nuestra raza o color de piel, pero es valido diferenciarnos por nuestra preferencia sexual o por nuestra antiquísima cultura, al final de cuentas todo parece una hipocresía, pues, por qué a los blancos se les impide diferenciarse de los negros por el color de piel, pero a los indígenas si se les permite diferenciase por su etnia. Todo parece indicar que los que, siguiendo el discurso de la cultura dominante, pertenecen a una cultura que por cuestiones históricas llega a ser la dominante tienen imposibilitado apelar a las diferencias, pero los que por las mismas razones han sido sometidos tienen todo el derecho de apelar a las mismas. Entonces apelar a la diferencia solo se le permite a aquellos que se identifican como distintos a la cultura dominante o a la raza dominante. La diferencia entre los hombres no debe impedir que estos convivan y se relacionen, la diferencia de opiniones y de visiones en todo caso es fecunda para las sociedades, cuando una sociedad en vez de ver a la diferencia como una posibilidad de crecimiento y enriquecimiento, la ve como una forma de separación ésta termina decayendo. Y no apelo a la tolerancia sino al respeto, no apelo al multiculturalismo sino al pluralismo.
Los Estados democráticos modernos han pecado al no ser igualitarios ya no sólo en la Ley sino en aspectos tan importantes como el económico, el político y el social; el apostar a la diferencia no sólo no soluciona estos problemas sino que los agrava, al desarticular a los ciudadanos, dividirlos, separarlos en pequeños grupúsculos que ya no buscan el bien común de la sociedad toda sino de sus respectivos grupos. La política del reconocimiento a las diferencias no sólo se queda en eso, sino que las maximiza y le da a éstas una importancia que no deben importar si todos, como en la utopía de la revolución francesa, nos reconocemos sencillamente como humanos, como nacionales. El apostar a la diferencia, la sociedad está apostando a la separación, a los guetos, a la barbarie y al despotismo de aquellos grupos que sean más fuertes.
Si las diferencias comienzan a surgir entre la sociedad de una nación, si la cultura ya no se plantea como unificadora de los pueblos, sino como una forma de dividirlos, de separarlos y aislarlos, es que el Estado no ha cumplido con su tarea, no ha educado a su pueblo, no ha sido neutro, no ha dado igualdad entre los hombres, la voluntad de los pueblos y de los individuos por continuar siendo una nación está en peligro. Se negaría la igualdad entre los individuos y se apostaría a las diferencias, ya no serían los individuos y sus relaciones los que formarían al Estado sino sería el individuo y sus relaciones con el Estado, explico, si antes en las monarquías todo giraba alrededor del rey y no había relaciones entre los súbditos ya que todo dependía del rey y todo era gracias al rey, si después al formarse los Estados-nación democráticos los ciudadanos eran iguales entre ellos y se reconocían como iguales y se relacionaban, ahora al buscar las diferencias de nuevo, todo girara en torno al poder central, al ya no reconocernos como iguales, en tanto ciudadanos de un Estado, el mismo Estado se convertirá en el centro de la vida de los ciudadanos.
El Multiculturalismo como ideología.
“El multiculturalismo también es, especialmente en sus más empedernidos seguidores, racista”.
Giovanni Sartori.
El multiculturalismo […] es un proyecto en el sentido exacto del término, dado que propone una nueva sociedad y diseña su puesta en práctica. Y es al mismo tiempo un creador de diversidades que, precisamente, fabrica la diversidad, porque se dedica a hacer visibles las diferencias y a intensificarlas, y de ese modo llega incluso a multiplicarlas.[4]
Los miembros de grupos étnicos y nacionales están protegidos contra la discriminación y los prejuicios; tienen por tanto libertad para intentar mantener todos aquellos aspectos de su herencia o identidad étnica que deseen, siempre que ello no entre en contradicción con los derechos de los demás[6]
Si se nos recuerda que tal preeminencia de lo político ha sido reivindicada en primera instancia por la filosofía política liberal, de Hobbes a Rousseau, me declaro liberal, deseando que este término no sea circunscripto al laissez-faire que favorece solamente a los más poderosos. Cuando se habla de libertad, de igualdad o de justicia, se apela, como sea, a un principio no social superior, para organizar el orden social.[8]
El multiculturalismo como concepto ideológico, es tan peligroso como un nacionalismo acérrimo, pues si bien el segundo se basa en la idea de una sociedad completamente homogénea, donde todos los miembros compartan una cultura y todo lo que esto significa, donde no existan diferencias y donde todos sean iguales ya no sólo por la Ley sino por la forma de ver al mundo, el primero se basa en lo diametralmente opuesto, en la separación de la sociedad, en la descomposición de la misma, en el aislamiento y en el choque y la pelea entre las distintas formas de ver al mundo. Pues habrá que señalar que los multiculturalistas apelan al reconocimiento y respeto y tolerancia de las minorías nacionales, étnicas y “culturales”, pero ya al interior de estas grupos o comunidades no se da un reconocimiento, ni respeto, ni tolerancia de los otros. Se vuelven pequeños universos controlados donde ahí si, la diferencia no se permite.
El derecho a la diferencia como nueva forma de exclusión.
“No podrán sobrevivir aquellas culturas que pretendan excluir a las demás”
Mahatma Gandhi
Es innegable, como he dicho anteriormente, el hecho de que el multiculturalismo es un hecho social y político, no cabe duda de que los Estados-nación están compuestos, por no sólo una nación sino por varios pueblos o culturas, es al igual innegable que ciertas características de ciertos sectores tales como los de una minoría racial, minoría religiosa o minoria cultural o sexual han existido y han compuesto a los Estados. Pero tal realidad no habría de fragmentar a la sociedad, si antiguamente en una dinámica de dominación las minorías fueron excluidas de facto o sometidas al imperio de una cultura que no era la suya y en un proceso de homogeneización de la sociedad fueron cuasi destruidas, es ahora la dinámica aun más perversa ya que en el pasado se apelaba a la igualdad para crear una sociedad homogénea, unida, una sociedad una cultura, ahora se apela a la diferencia para igualarnos, cosa por más rara, y que conviene a los grupos poderosos, una sociedad dividida, segmentada, incomunicada, es mucho más fácil de dominar que una sociedad unida y comunicada, divide et vinces decía Julio Cesar y en la logica de la dominación despotica tal premisa sigue siendo valida y efectiva.
El multiculturalismo como ideología es una amenaza por lo antes dicho, la atomización, desigualdad, despotismo, separatismos, debilidad de los Estados, perdida de soberanía, conflictos raciales, entre otras. Es peligroso que en este proceso neoliberal en el cual se encuentra sumergido el Estado-nacional mantenga la unidad hacia dentro, que se mantenga unido para que así pueda sortear los peligros y pruebas que le imponen una vida en un contexto neoliberal. Peligros y pruebas como el control del mercado, recordemos que un Estado fuerte puede hacer frente a un mercado que vive en estado de naturaleza y donde el más fuerte es el que gana, pero los Estados débiles son presa fácil para la voracidad del mercado capitalista. La migración se presenta como un problema que afecta a los países primer mundistas y que le obligan a pensar en como integrar a los recién llegados que son distintos. No habrán de cometer el error del Imperio Austro-húngaro que mantuvo un separatismo entre los pueblos que los conformaban, no cometerán tampoco el error del Imperio Otomano que desemboco en el genocidio a los armenios a principios del siglo pasado. El mercado y la migración se presentan como grandes retos que los Estado-nacionales deben enfrentar y el multiculturalismo no funciona para bien, sino que al contrario, acelera los procesos destructivos de un mercado sin control, una sociedad dividida que terminara por ser una sociedad en guerra. Los hechos en Francia hace algunos años nos dan una idea de la problemática que significa el no crear y no integrar a los recién llegados a la cultura dominante; la integración no necesariamente significa el sometimiento, significa la aceptación por parte de todos los ciudadanos de una norma, una Ley, que los rige a todos sin importar si son cristianos, negros u homosexuales. La diversidad no habría de supones una separación. Las mezclas raciales, las mezclas culturales, son las que provocan que la humanidad marche, que continúe viva y que no termine siendo un recuerdo. La cultura que no se desarrolla con las demás, que no se relaciona e interactúa con otras termina siendo una pieza muy antigua pero muerta de museo.
La diferencia nunca debe encontrarse expuesta en los discursos políticos de ninguna nación, ya que en política ni la teología, ni la zootecnia, ni la lingüística importan. Renán afirma que ninguna nación se debiera formar en base únicamente a la religión, la raza, la lengua o el territorio, extraño es que después de un siglo se apele a justamente estos elementos para diferenciarnos en una nación. Parece que el multiculturalismo supone un retroceso, a la comunidad, a la raza, a la religión, a la lengua, ya no somos humanos y ni siquiera mexicanos o franceses, ahora antes que mexicano eres indígena o lesbiana, el sentirse nacional ya parece tan bueno, y recurrir a lo más inmediato, la familia o la tribu parece lo mejor.En todo caso, hay que recordar que las cosas que nos hacen diferentes, por lo regular son menos que las cosas que nos hacen iguales.
[1] Alain Touraine, Igualdad y diversidad, Fondo de cultura económica, 1998, pp. 45-46
[2] Alain Touraine, Op. Cit., p. 55
[3] Giovanni Sartori, La Sociedad multiétnica, Taurus, 2001, p 70
[4] Ibidem., p. 123
[5] Ibid., p. 92
[6] Will Kymlicka, La ciudadanía multicultural, Paidós, 1996, p.16
[7] Ibidem P. 16
[8] Alain Touraine, Op. Cit., p. 40
No hay comentarios.:
Publicar un comentario